¿Te gusta el Arte Prerrománico? En este post te encontraras con seis visiones Prerrománicas que ni imaginas. ¡Prepárate para soñar!
El Arte Prerrománico es una de las señas de identidad de Asturias, tan valiosa y agradecida como la tonada o la sidra, la fabada o la fiesta, la mitología, las montañas, las cumbres y los valles, los quesos, la afabilidad de los asturianos y tantas otras, casi tantas como las experiencias que vivas en esta tierra o las visiones sorprendentes que te surjan en ella, eso sí, siempre con este arte único como eterno compañero de viaje…
El Prerrománico es como Asturias: sereno, proporcionado, humilde, recóndito, y al tiempo firme, robusto, fuerte, y por supuesto único. Concebido como arte regio y palaciego, como espacio de solaz y religiosidad, de defensa estratégica de una visión del mundo y de la vida, es el símbolo supremo de una civilización y de un momento histórico que, como quien dice, está a la vuelta de la esquina y nos muestra con sencillez extrema lo que somos.
El Prerrománico es un arte resistente y resiliente, como Asturias, y a lo largo de sus mil doscientos años de vida ha sentido en sus carnes de piedra y en su alma de luz las venturas y desventuras de sus habitantes, y muchos de los avatares continentales. Lleva impresa en su arquitectónica epidermis la huella del tiempo, de los desastres naturales, de los asedios, de las miserias humanas, y de la grandeza de quienes lo concibieron y lo amaron infinitamente a lo largo de los siglos. La grandeza de los que hicieron posible que hoy sea algo más que un ensueño reflejado en el agua o en el cielo.
El Prerrománico Asturiano siempre es un hallazgo, a cualquier hora del día o de noche, en cualquier época del año o en cualquier momento de nuestra vida. Es una visión evocadora que va más allá del arte o de la historia, de la ciencia o del paisaje, de las expectativas previas… El Prerrománico apunta directo a tu corazón y te lleva por senderos sinuosos y sorpresivos en los que, junto a él, descubrirás historias fascinantes del pasado y del presente.
Santiago de Gobiendes, Prerrománico de mar y montaña
Lo primero que llama la atención al llegar a Santiago de Gobiendes es su emplazamiento. Está en un sitio de cine, con vistas a la montaña y al mar. Está como a los pies del Sueve - la Cordillera de más altitud de Asturias entre las que están cerca del mar -, y la brisa del Cantábrico saliniza sus piedras milenarias con tanto acierto, que te impresiona su visión. Un generoso pórtico te acoge en las noches de luna llena y en las tardes de sol, como si de una mágica ensoñación de peregrino se tratara, de esos que pasan muy cerca por el Camino de Santiago de la Costa.
Datada en el siglo X, es de las últimas creaciones Prerrománicas, y como todas las demás, ha acogido con fortaleza y dulzura el paso del tiempo. Da gusto mirar sus artísticas ventanas, y al mismo tiempo atisbar las playas de Colunga y Caravia, esas que son a la vez surferas y jacobeas, hippies y “cool”, ideales para descansar sin límite fuera de pretensiones urbanitas.
Impresiona su espadaña - del siglo XIX -, y su anexa necrópolis, cuyas cruces se proyectan al cielo… como todo el resto de su prerrománica existencia.
Gobiendes domina la costa con su presencia, es como una especie de faro que emitiera su luz eterna. Muy cerca los Picos de Europa con sus impresionantes agujas de roca caliza, y al pie esa costa guapísima para disfrutar del baño, de los deportes náuticos, de la gastronomía, de paseo, del vuelo de las gaviotas… ¡Todo un lujo para los sentidos y los sentimientos!
San Salvador de Priesca, el más Jacobeo
¿Te gustaría ser un peregrino y encontrarte de pronto con una joya Prerrománica? Si tu respuesta es afirmativa, tu sitio es Priesca. ¿Que dónde está? Pues es una tranquila y recóndita aldea del concejo de Villaviciosa.
Priesca y su prerrománica Iglesia de San Salvador llevan más de mil años viendo peregrinos pasar, así que imagínate si esas piedras y esos caminos hablaran. El lugar inspira una tranquilidad infinita, es como si el reino de Asturias aún existiera, es como si fuera el siglo X, en el que la iglesia fue construida.
Cerca de la costa, pero más recogida que Gobiendes, Priesca invita al reposo y la meditación, invita a hacer un alto en el Camino. El silencio parece eterno, y la visión de la iglesia desde un banco lateral bajo un árbol frondoso, con una insinuación del camposanto alrededor compone una mágica ensoñación inolvidable. El reflejo de la vegetación en los cristales de las ventanas parece una metáfora de ese Prerrománico Asturiano que se funde con el paisaje desde el principio de los tiempos.
¡Merece la pena perderse en Priesca y su San Salvador!
San Andrés de Bedriñana, el Prerrománico más sidrero
Es muy fácil llegar a la aldea de Bedriñana, está muy cerca de Villaviciosa, y muy próxima a su ría. El lugar es de cuento, idílico. La explanada de la iglesia es una maravilla y San Andrés de Bedriñana, una auténtica joya en la que se perciben todas las épocas históricas y artísticas, desde su origen prerrománico, del que se conservan algunos significativos elementos, hasta el románico del siglo XII, y continuando por las reformas de los siglos XVII, XVIII y XIX, hasta llegar al veintiuno. Un recorrido relámpago por la vida de los últimos doce siglos. ¡Casi nada!
San Andrés de Bedriñana está viendo pasar el tiempo entre la brisa serena de la ría de Villaviciosa, el aleteo de las aves migratorias que sobrevuelan por aquellos lares, las pomaradas de rica manzana asturiana, y el sonido de la sidra escanciada al “romper” en el vaso…
¡Qué mezcla tan especial: Prerrománico, una ría, manzanas y sidra…!
Santa María de Bendones, mirando al cielo y al Aramo
¡Ay Santa María de Bendones! ¡Qué lugar tan especial! A pocos kilómetros de Oviedo/Uviéu, y de la que fuera por tanto la corte del Rey Casto, Alfonso II, en cuyo reinado se construyó, allá por el siglo IX. Allí está firme y tan celestial, en el corazón de la aldea de Bendones, mirando a la imponente cordillera del Aramo. La verdad, es la más montañera y la más interior de las que llevamos recorridas hasta ahora, y tan asturiana y rural, que hasta tiene un hórreo a pocos metros…
Desde su fundación hasta este siglo XXI, Santa María de Bendones ha vivido muchas vicisitudes, tantas que estuvo a punto de desaparecer tras los furibundos ataques sufridos durante la Guerra Civil Española. Pero resulta que un día el investigador Joaquín Manzaneras se encontró unas piedras con las que se iba a hacer la nueva iglesia, y ¡la reconstruyó!
Y colorín, colorado, así fue como Santa María de Bendones llegó hasta nuestros días… ¡Un verdadero cuento prerrománico con final feliz!
San Pedro de Nora, el Prerrománico que se reflejaba en el agua…
La visión de San Pedro de Nora es absolutamente idílica. Una iglesia prerrománica esbelta e impecable proyecta su arquitectura eterna sobre las aguas del río Nora, llenas de quietud y artísticos reflejos. Ahí está San Pedro, cerca de los meandros del Nora, cerca de donde se unen en un solo cauce las aguas del Nora y el Nalón. Cerca de Oviedo/Uviéu, a escasos 15 kilómetros.
Como sucedió con Santa María de Bendones, Alfonso II inspiró su construcción, y cuenta la leyenda popular que al mismísimo rey le gustaba ir a los oficios, y aproximarse a su pueblo… Una leyenda que habla de tesoros escondidos, de escapatorias del enemigo, de la defensa de un reino, de una cripta hoy tapiada con enterramientos regios…
Una dilatada leyenda y una vasta historia, la de San Pedro de Nora, fronterizo entre Las Regueras y Oviedo, y reflejado en el agua del Nora en los días de sol y las noches de luna…
Y Trubia emerge en medio de la ruta del Prerrománico más recóndito
Pasaría desapercibida sino la miraras, pero merece la pena detenerse y contemplar su conjunto fabril, su paseo fluvial, sus puentes sobre el río Trubia, uno de ellos flanqueado por antiguos cañones como los que manufacturaba antaño su fábrica. Y la plaza del pueblo, con sus esculturas y su clásico quiosco de la música.
Trubia tiene una parada y te prepara para descubrir un nuevo Prerrománico, el de Santo Adriano de Tuñón.
Santo Adriano de Tuñón, entre osos y carbón
Santo Adriano de Tuñón estuvo originariamente en un descampado, y vinculada a un monasterio benedictino. Aún hoy podrás dejar volar tu imaginación y verte a finales del siglo IX, acompañando a Alfonso III, conocido como el Magno, que fue el fundador de esta iglesia, vinculada durante siglos a un monasterio benedictino.
Los siglos ha ido transcurriendo y Santo Adriano se proyecta sobre el verde de los bosques y montañas que la rodean como si el tiempo estuviese detenido, silencioso, acechante.
El mundo fue cambiando lentamente a su alrededor y muy cerca está hoy la Senda del Oso, que aprovechó en su día el camino del tren minero que surcaba el Valle del río Trubia.
¡Así que Santo Adriano de Tuñón fue madurando entre osos y carbón!
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