sábado, 23 de septiembre de 2023

Marruecos tras el terremoto

 

Marruecos después del terremoto: de la tragedia a la movilización

YOUSSEF M. OULED

Periodista

Marruecos después del terremoto: de la tragedia a la movilización
Un hombre recupera una puerta acristalada entre los escombros de la aldea desaparecida, a 14 de septiembre de 2023, en Imi N’Tala, región de Marrakech-Safi (Marruecos). Fernando Sánchez / Europa Press

No sufrí directamente el terremoto que sacudió la región del Rif, al norte de Marruecos, un 24 de febrero de 2004, pero sí mucha gente que conocí después, principalmente en las ciudades de Alhucemas e Imzouren. En mi pueblo se sintió la sacudida, el miedo, la incomprensión y después, el abandono, pero no fue allí donde al menos unas 631 personas murieron, 926 resultaron heridas y hasta 15.000 quedaron sin hogar. No sería hasta más de una década después que sabría que la falta de previsión y de respuesta estatal había generado tantos daños como el terremoto en sí.

La diáspora se movilizó para conseguir enviar dinero a la tierra que había dejado atrás en busca de un futuro mejor. Fueron estas, las aportaciones del pueblo, las que salvaron al pueblo, pues las muchas ayudas que se anunciaron a bombo y platillo en periódicos y televisiones se debieron quedar por el camino, ya que rara vez llegaron a los afectados.

Doce años después entendí que las consecuencias de aquel terremoto seguían vigentes. No solo por el éxodo emprendido por mucha población rifeña que por miedo a nuevos terremotos, junto a la búsqueda de una vida más vivible, abandonó aquella árida tierra, también porque quienes se quedaron albergaron un sentimiento ya conocido de desamparo y abandono, que aunado a una política crónica de empobrecimiento, de falta de oportunidades, de viviendas y servicios básicos, culminaría en un estallido social.

 En 2016 yo estaba en Alhucemas, había bajado a mi tierra para ver, experimentar y apoyar a mi pueblo en un momento histórico, se estaban produciendo las mayores movilizaciones (Hirak) desde las llamadas primaveras árabes que recorrieron muchos países en el 2011. Aunque en el Rif lo llamamos también primavera amazigh, pues el árabe no es el único pueblo que puso la voz, el cuerpo y los muertos.


 En ese contexto pude participar y escuchar en las protestas, así como en la asambleas espontáneas, lugares de reivindicación y desahogo, las muchas, históricas y legítimas demandas, entre las que se encontraba reparar el sufrimiento que generó el abandono a las víctimas de aquel terremoto y acabar con una corrupción que había privado a la gente de unas ayudas vitales.

 La muerte a manos de las autoridades de un vendedor ambulante había prendido una chispa que llevaba años contenida, tantos años como duraba la humillación y la marginalización que vive este territorio norteafricano. Una política intencionada por la especificidad histórica de un pueblo, el amazigh, con una cultura y una lengua milenaria, que solo el colonialismo español entregaría a la corona real en 1956. Tres décadas antes, España había bombardeado con gases químicos hasta la rendición a la independiente y efímera República del Rif (1921-1926) que cumpliría en estos días 102 años.

Sin embargo, esta política de abandono, aunque específica en la región mencionada, no es diferente de la política que padece el resto de pueblos hermanos. La falta de derechos y libertades, la corrupción sistémica, la represión de activistas y periodistas, la hogra, y la ausencia de servicios básicos como carreteras y hospitales, son paisajes que se repiten a lo largo y ancho del país. Y que se agravan allí donde el turismo rara vez llega.


Estos días en los que las cifras alcanzan ya los 3.000 muertos y los 6.000 heridos a consecuencia del terremoto sufrido el pasado 8 de septiembre al suroeste de Marrakech, ahora que se va imponiendo el silencio y el olvido internacional de lo que ha sido una de las peores tragedias naturales de las últimas décadas, no puedo evitar sino recordar cómo se repiten las dinámicas que causaron tanto sufrimiento, indignación y falsas esperanzas.

La falta de previsión volvió a ser el error inicial de un territorio que lleva sufriendo terremotos desde hace siglos. A esto, le siguió la ausencia de reacción estatal en las primeras 24 horas (que no así de una ciudadanía que reaccionó inmediatamente), las que son consideradas por los especialistas fundamentales para rescatar a personas afectadas. La ya mencionada carencias de infraestructuras básicas, especialmente para aquellos situados nuevamente en las regiones más rurales y en las que, casualmente, no se habla la lengua oficial del Estado. Y, por último, pero no menos importante, los millones prometidos por quienes además de gobernar el país desde siempre poseen las mayores fortunas de todo el continente africano.

Lo que rea

Marruecos después del terremoto: de la tragedia a la movilización

YOUSSEF M. OULED

Periodista

Marruecos después del terremoto: de la tragedia a la movilización
Un hombre recupera una puerta acristalada entre los escombros de la aldea desaparecida, a 14 de septiembre de 2023, en Imi N’Tala, región de Marrakech-Safi (Marruecos). Fernando Sánchez / Europa Press

No sufrí directamente el terremoto que sacudió la región del Rif, al norte de Marruecos, un 24 de febrero de 2004, pero sí mucha gente que conocí después, principalmente en las ciudades de Alhucemas e Imzouren. En mi pueblo se sintió la sacudida, el miedo, la incomprensión y después, el abandono, pero no fue allí donde al menos unas 631 personas murieron, 926 resultaron heridas y hasta 15.000 quedaron sin hogar. No sería hasta más de una década después que sabría que la falta de previsión y de respuesta estatal había generado tantos daños como el terremoto en sí.

La diáspora se movilizó para conseguir enviar dinero a la tierra que había dejado atrás en busca de un futuro mejor. Fueron estas, las aportaciones del pueblo, las que salvaron al pueblo, pues las muchas ayudas que se anunciaron a bombo y platillo en periódicos y televisiones se debieron quedar por el camino, ya que rara vez llegaron a los afectados.

Doce años después entendí que las consecuencias de aquel terremoto seguían vigentes. No solo por el éxodo emprendido por mucha población rifeña que por miedo a nuevos terremotos, junto a la búsqueda de una vida más vivible, abandonó aquella árida tierra, también porque quienes se quedaron albergaron un sentimiento ya conocido de desamparo y abandono, que aunado a una política crónica de empobrecimiento, de falta de oportunidades, de viviendas y servicios básicos, culminaría en un estallido social.

 En 2016 yo estaba en Alhucemas, había bajado a mi tierra para ver, experimentar y apoyar a mi pueblo en un momento histórico, se estaban produciendo las mayores movilizaciones (Hirak) desde las llamadas primaveras árabes que recorrieron muchos países en el 2011. Aunque en el Rif lo llamamos también primavera amazigh, pues el árabe no es el único pueblo que puso la voz, el cuerpo y los muertos.


 En ese contexto pude participar y escuchar en las protestas, así como en la asambleas espontáneas, lugares de reivindicación y desahogo, las muchas, históricas y legítimas demandas, entre las que se encontraba reparar el sufrimiento que generó el abandono a las víctimas de aquel terremoto y acabar con una corrupción que había privado a la gente de unas ayudas vitales.

 La muerte a manos de las autoridades de un vendedor ambulante había prendido una chispa que llevaba años contenida, tantos años como duraba la humillación y la marginalización que vive este territorio norteafricano. Una política intencionada por la especificidad histórica de un pueblo, el amazigh, con una cultura y una lengua milenaria, que solo el colonialismo español entregaría a la corona real en 1956. Tres décadas antes, España había bombardeado con gases químicos hasta la rendición a la independiente y efímera República del Rif (1921-1926) que cumpliría en estos días 102 años.

Sin embargo, esta política de abandono, aunque específica en la región mencionada, no es diferente de la política que padece el resto de pueblos hermanos. La falta de derechos y libertades, la corrupción sistémica, la represión de activistas y periodistas, la hogra, y la ausencia de servicios básicos como carreteras y hospitales, son paisajes que se repiten a lo largo y ancho del país. Y que se agravan allí donde el turismo rara vez llega.


Estos días en los que las cifras alcanzan ya los 3.000 muertos y los 6.000 heridos a consecuencia del terremoto sufrido el pasado 8 de septiembre al suroeste de Marrakech, ahora que se va imponiendo el silencio y el olvido internacional de lo que ha sido una de las peores tragedias naturales de las últimas décadas, no puedo evitar sino recordar cómo se repiten las dinámicas que causaron tanto sufrimiento, indignación y falsas esperanzas.

La falta de previsión volvió a ser el error inicial de un territorio que lleva sufriendo terremotos desde hace siglos. A esto, le siguió la ausencia de reacción estatal en las primeras 24 horas (que no así de una ciudadanía que reaccionó inmediatamente), las que son consideradas por los especialistas fundamentales para rescatar a personas afectadas. La ya mencionada carencias de infraestructuras básicas, especialmente para aquellos situados nuevamente en las regiones más rurales y en las que, casualmente, no se habla la lengua oficial del Estado. Y, por último, pero no menos importante, los millones prometidos por quienes además de gobernar el país desde siempre poseen las mayores fortunas de todo el continente africano.

Lo que realmente temen estos mandatarios no son las tragedias naturales, puesto que a ellos siempre les pilla lejos, no solo geográficamente, también moral y económicamente. Lo que realmente temen es ver cómo la ciudadanía va perdiéndolo todo y con ello el poco miedo que le queda. Esto es algo que se puede palpar en las retransmisiones que estos días vemos a través de las redes sociales. Porque es aquí y ahora, en estas circunstancias, donde germinan las semillas que mañana volverán a poner la voz y el cuerpo por un país mejor.

lmente temen estos mandatarios no son las tragedias naturales, puesto que a ellos siempre les pilla lejos, no solo geográficamente, también moral y económicamente. Lo que realmente temen es ver cómo la ciudadanía va perdiéndolo todo y con ello el poco miedo que le queda. Esto es algo que se puede palpar en las retransmisiones que estos días vemos a través de las redes sociales. Porque es aquí y ahora, en estas circunstancias, donde germinan las semillas que mañana volverán a poner la voz y el cuerpo por un país mejor.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Leyenda del hilo rojo

 BUSCAR SENTIDO AL VÍNCULO

La leyenda del hilo rojo de Japón: cuando el destino ata meñiques

Las dos personas conectadas por este hilo se encontrarán en algún momento de sus vidas, y su historia será importante más allá del tiempo, el lugar o las circunstancias

Foto: Escena de la película Dolls, de Takeshi Kitano (2002)
Escena de la película Dolls, de Takeshi Kitano (2002)

En la película Dolls, de Takeshi Kitano, un hilo rojo pende entre los protagonistas, o más bien, son ellos los que penden en los extremos del hilo entre el amor y el desamor y la complejidad de las relaciones humanas. Como si de una extensión de sí mismos se tratara, el hilo rojo se arrastra con ellos, vayan donde vayan, marcando el camino, pero no a un lugar, sino a otras personas.

 

Kitano dio forma así en la ficción a una tradición oriental que busca el sentido del vínculo entre las personas: para los japoneses, chinos y coreanos, este aparece (o permanece) siempre predestinado por un hilo rojo que los dioses atan al dedo meñique de quienes se encuentran en la vida. Cuenta la leyenda que las dos personas conectadas por este hilo se encontrarán en algún momento, y su historia será importante más allá del tiempo, el lugar o las circunstancias.

Foto: El gato es el animal más representativo de la cultura japonesa. (iStock)

Esta creencia proviene de tiempos antiguos, como explica Hope Ngo en The List, cuando en China comenzó a decirse que aquellos que están destinados a encontrarse y estar juntos tienen hilos invisibles atados alrededor de sus tobillos. Los japoneses y coreanos, sin embargo, tendieron a pensar que ese hilo rojo se encontraba atado alrededor de los dedos meñiques. Sea como sea, este hilo rojo puede enredarse, contraerse o estirarse, como seguramente sucede a menudo, pero nunca se puede romper.

Todos los hilos del mundo

Todas las culturas se han preguntado qué es lo que confiere el camino individual de cada persona: ¿cómo se extiende el futuro ante nosotros? ¿Existe verdaderamente el destino? ¿Por qué vamos hacia donde vamos? No pocas han concebido la idea de entenderlo como un hilo astronómico que predice los caminos. Así, por ejemplo, los griegos hablaban de los Moirai, que sostienen un hilo de oro para cada persona en la tierra y lo cortan repentinamente cuando esta va a morir. También rojo es el hilo de la Cábala que conecta a los creyentes con la tierra santa de Jerusalén.

placeholderLos tres destinos, por Alexander Rothaug. (Wikimedia)
Los tres destinos, por Alexander Rothaug. (Wikimedia)

Es lógico pensar que si la vida se concibe como un gran texto (del latín "textus": tejer, conectar), los hilos son el principal material que tenemos para coser nuestra vida cotidiana. Muchas expresiones nos lo recuerdan, como esa que dice que es posible "perder el hilo" cuando hemos dejado de entender algún asunto que se nos plantea.

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(iStock)

Todo comienza cuando se descubre que la arteria cubital conecta el corazón con el dedo meñique. Esta fina vena que va del corazón a la mano se extiende por nuestro cuerpo de forma visible, pero sale de él para recorrer el mundo invisible buscando el corazón de otra persona.

La importancia del meñique

Este curioso canal que se desprende del entramado sanguíneo en nuestro interior, hace que tu dedo menos notable sea mucho más importante de lo que parece, un verdadero "representante" de tu corazón. Por eso, en muchas culturas, cuando dos personas hacen una promesa, la hacen cruzando los meñiques.

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(iStock)

A diferencia de otras supersticiones amorosas, en este caso no se limita a un asunto romántico, ni a una sola persona a la que uno estaría destinado a encontrar. Se trata de todas las conexiones sociales que hacemos a lo largo de nuestra existencia, como el micelio de los hongos que nos sostiene bajo tierra. En nuestro caso, una ramificación arterial que surge del dedo hacia todos aquellos con los que haremos historia y todos aquellos a los que recordaremos de una forma u otra.

 

En la actualidad, aún muchas personas creen en la narrativa que esta leyenda plantea: "Hay un momento en que las líneas finas se juntan y se extienden. Y, de repente, las líneas no pueden ser trazadas por los ojos. Cuando cada hilo ya no es visible, parece que la verdad en su interior finalmente se hace visible", dice la artista Chiharu Shiota, cuyo trabajo es una constante búsqueda visual de la fuerza de este elemento señalado en su cultura de origen.

Chiharu Shiota

 

Chiharu Shiota, arte textil y punto

 CHIHARU SHIOTA, EL ARTE DE REPRESENTAR LA MEMORIA CON LANA

Chiharu Shiota (1972, Osaka, Japón) es una artista conceptual cuyo trabajo es sublime, colosal. Utiliza la lana como un espejo, como un hilo conductor para expresar sus inquietudes sobre el pasado, la vida y la memoria. Utiliza tres colores base: el negro para referirse al universo, el rojo para conectar emociones y el blanco para representar la quietud, la paz y la tranquilidad. Tímida y apacible, logra enamorar a un público que participa activamente en sus performances. Hoy repasamos su brillante obra.
Chihara Shiota Become Painting

Sus primeros trabajos son muy viscerales. Tras cursar sus estudios en la facultad de Bellas Artes de Kyoto, Shiota da el salto y abandona la pintura convencional como medio de expresión artística para adentrarse en el complejo mundo de la performance.

Fue en el Camberra School of Art, en Australia, donde presentó su primer trabajo más personal, Become Painting. En 1994, la artista pinta parte de su cuerpo y lo cubre con esmalte de color rojo. Su obra se transforma en algo más emocional. Ya no habrá vuelta atrás.

Nace el personal y sublime arte de Chiharu Shiota. De esta etapa, también es el trabajo One Line, en el que Chiharu intenta reflejar el complejo y tedioso proceso de fabricación de una obra, integrando y fundiendo su rostro entre numerosas líneas de color negro sobre fondo blanco.

Chiharu Shiota One Line

Después de completar sus estudios en Japón, la joven artista está segura de que tiene que separarse no solo de la pintura tradicional, sino también de su entorno local para encontrar su propio camino.

Estudió Artes Visuales en la Universidad de Braunschweig de 1997 a 1999 y en la Universidad de Artes de Berlín de 1999 a 2003, bajo la dirección de Marina Abramovic, referente en el mundo de la performance. Shiota siente la necesidad de explorar el espacio y trabajar en tres dimensiones. Y empieza a utilizar la lana como una forma de dibujar e imprimir volumen en espacios de grandes dimensiones.

En 2004, presenta Diálogo del ADN en Polonia. Más tarde (y en diferentes años) la muestra recorre otros países como Brasil, Alemania, USA, Australia y Japón. En cada país, la muestra se adapta a la idosincrasia de cada lugar.

En esta muestra, Shiota empieza a obsesionarse con los zapatos. Consigue reunir numerosos zapatos de personas anónimas que tienen un denominador común: pertenecen a personas que han fallecido, pero que han dejado una impronta en sus dueños. Los zapatos se acompañan de una nota, que explica su historia y están unidos con un hilo rojo, que establece una conexión entre la relación del pasado con los objetos.

Chiharu Shiota Dialogo del ADN

En el año 2000, presenta Memory of Skin, un trabajo para el que crea diferentes piezas textiles, usadas, de 14 metros sobre las que cae el agua para hablar sobre la memoria y el paso del tiempo.

En 2009, vuelve a explorar este concepto en The room of Memory utilizando diferentes ventanas procedentes de la Alemania Oriental y Occidental. Su objetivo es hacernos partícipes y recordarnos que los objetos cobran vida y cuentan la historia de nuestras vidas, de nuestras miserias, de nuestros miedos.

Dejan de ser meros objetos para convertirse en una forma de mirar y de ver el mundo.

Chiharu Shiota Memory of Skin

En los últimos diez años, el hilo está mucho más presente en sus trabajos de grandes dimensiones. Para instalarlas, necesita alrededor de un mes. La lana es un hilo narrativo, conector de ideas abstractas, que utiliza para hacer referencia a la memoria.

La lana se convierte en un laberinto impenetrable, que abruma al espectador. Todos los elementos que utiliza están llenos de significado y simbología: puertas que separan la vida de la muerte, camas que representan lo efímero de la vida, el aquí y el ahora, ventanas que unen y separan diferencias apenas visibles, imperceptibles, pero que existen y tienen vida.

La lana es un espejo de los sentimientos. A veces se suelta. Otras se tensa. Las relaciones humanas pueden ser tirantes, romperse o cambiar…“, señala en una entrevista en el periódico ABC. Y los colores cobran vida propia. Utiliza básicamente tres: el negro para referirse al universo, al infinito, el rojo para hablar de sentimientos y el blanco para referirse a la pureza, a la paz.

Quizás, en el uso del hilo, haya encontrado la mejor forma de narrar. Desde aquí, somos muy fans ;).

Chiharu Shiota

LA TRANSFORMACIÓN DE CHIHARU SHIOTA

Mira este interesante documental sobre la forma de crear y la evolución de Chiharu Shiota como artista.