La costa de Asturias tiene merecida fama de ser bellísima, atesorando lugares irrepetibles para disfrutar del paisaje con los cinco sentidos, y siempre con ese increíble telón de fondo que es el mar Cantábrico.
Villas y pueblos, cabos, faros, playas, acantilados… Un conjunto de sitios que hacen las delicias de los viajeros más ávidos de nuevas sensaciones.
Hoy nos perdemos por la costa occidental y algunos de esos rincones que habrás de conocer sí o sí, como el de la playa de Porcía, que es nuestra foto de portada.
Castropol, señorial y panorámica
Castropol es una villa señorial encaramada en un promontorio que se escalona hacia la ría del Eo, frontera natural entre Asturias y Galicia.
Sus calles empinadas son un constante descubrimiento, y desvelan un Casco Histórico con palacios, casas blasonadas, capillas, plazas, iglesias o parques, donde se deja entrever un pasado de esplendor.
Castropol, muy conocida por sus alfombras florales, destaca también por su rica cocina marinera, por las ostras de su ría, y por ser un lugar de referencia para la práctica de deportes náuticos, tanto fluviales como marítimos.
Penarronda, un arenal único
La playa de Penarronda la comparten los concejos de Castropol (Barres) y Tapia de Casariego (Santa Gadía). Dividida por el arroyo de mismo nombre, Penarronda es única: cuenta entre su flora con el alhelí de mar, una especie en peligro de extinción, que no está presente en ningún otro lugar de Asturias.
Además, destaca por su singular belleza, en forma de concha alargada y con una roca redonda en el centro que da nombre a la playa. A menudo ventosa y con oleaje, es perfecta para la práctica del surf.
Tapia, la de las buenas olas para surfear
Tapia es una de las villas marineras más guapas de todo el occidente asturiano. Sus orígenes balleneros, su fuerte vinculación a la pesca y su tradición conservera, le confieren un aire muy especial.
Su puerto, sus playas, su faro, sus antiguos barrios… todo en Tapia sabe a mar, incluida su cocina. Además, desde finales de los años 60 del siglo XX, es una meca internacional del surf, gracias a las magníficas olas de su playa de Anguileiro.
Y además, si te gusta el agua salada, pero sin darte un baño en el mar, Tapia es la única villa de toda la costa asturiana que cuenta con una piscina de agua salada, acondicionada en una antigua cetárea.
Cuna de personajes ilustres, que podrás conocer en la exposición “Los señores de las Casas Palacio”, ubicada en la Casa de Cultura, Tapia conserva hoy en día todo el encanto de una glamurosa villa cantábrica.
Playa de Mexota, el remanso cristalino
La playa de Mexota, en el concejo de Tapia de Casariego, es un precioso remanso de cristalinas aguas. Se accede a ella a pie desde la localidad de Serantes, o a través de un camino desde Villamil.
Un islote rocoso central divide la playa en dos, y le da un aire inconfundible. Protegida por grandes acantilados y con una fina arena blanca, Mexota es un auténtico oasis de paz y tranquilidad, donde de vez en cuando, sopla la brisa marina…
Playa de Porcía, dorada y tranquila
Porcía es una playa de inusitada belleza que combina los cantos y la arena dorada, con una curiosa forma triangular que la hace especial. También tiene río, el Porcía, que sirve de frontera natural entre los concejos de El Franco y Tapia de Casariego.
Es muy llamativa por sus meandros fluviales y sus islotes de roca. Además desde la playa son visibles los restos de un embarcadero de mineral de hierro.
La playa del Porcía, al abrigo de las inclemencias marinas, destaca por sus aguas tranquilas.
Viavélez, una joya marinera con ecos literarios
El Porto/Viavélez hace honor a la belleza de la costa occidental con sus puertos y villas marineras, y le otorga a El Franco, su municipio, un lugar destacado en lo que a paisajes de costa se refiere.
Recóndita, casi secreta y humilde, El Porto/Viavélez te ofrece paz, ambiente de puerto pesquero, buena cocina y mucha literatura. Precisamente por el arte de las letras, esta villa marinera del occidente asturiano ha viajado por todo el mundo gracias a que su hija predilecta, la novelista Corín Tellado - la más leída en lengua castellana después de Cervantes - nació en esta hermosa villa y allí te encontrarás su casa natal. Además esta autora da nombre a una de las calles más bonitas de la localidad, trazada desde la Cofradía de Pescadores.
Como toda villa marinera que se precie, El Porto/Viavélez conserva en sus costumbres y en su típica arquitectura la esencia de la cultura del occidente de Asturias, y así lo sentirás en sus calles, en su puerto o en su mirador, desde el que tendrás espectaculares vistas del litoral.
Y a pocos kilómetros de El Porto/Viavélez, podrás visitar As Covas da Andía, de gran singularidad geológica y paisajística. Te encontrarás con que la abundante y densa vegetación apenas las hace visibles desde el exterior, pero una vez que te adentras en ellas descubrirás un mundo en el que se combina la belleza natural con la actividad minera de la época romana, destinada a la obtención de oro. Sin duda, un lugar interesante a la par que sorprendente.
Playa de Barayo o el encanto de dunas y marismas
Barayo es mucho más que una playa. En realidad, la Reserva Natural de Barayo está formada por el tramo final del río con el que comparte nombre, dunas, marismas y una playa salvaje de arena oscura frecuentada por naturistas.
El inmenso arenal está compuesto por dos lenguas de arena, la que cubre el frente de la costa y una segunda que sirve de ribera a las aguas dulces.
El acceso a la playa es peatonal, a través de una pista forestal o descendiendo por unas escaleras naturales enclavadas en el acantilado. Y en ambos extremos de la playa se han habilitado amplios aparcamientos.
Barayo es siempre un descubrimiento y un lugar en el que perderte para encontrar inusitados hallazgos muy naturales.
Puerto de Vega, el último refugio de Jovellanos
Puerto de Vega encarna el romanticismo en la costa occidental asturiana, y por eso ha sido y es una poderosa fuente de inspiración para los artistas. Sus alrededores son de una espectacular belleza natural y arquitectónica. Las grandes quintas indianas con sus jardines, las casas-palacio, las casonas típicas asturianas y todo un universo rural, colorido y auténtico, se diseminan en el entorno de Puerto de Vega.
Su activo puerto te ofrece una encantadora estampa, con su flota amarrada, compuesta por pequeñas embarcaciones de madera que salen a diario al mar, y bordeado de típicas casas de pescadores, casonas solariegas, casas de indianos y modernos edificios. Numerosos símbolos y monumentos recuerdan la grandeza de su pasado y su protagonismo en episodios notables, como la fortificación, en 1776, y el fallecimiento del ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos en la Casona Trelles en 1811, tras refugiarse en la villa por una tormenta.
Así que la aproximación a esta villa resulta siempre una delicia. Los bares y restaurantes rezuman aromas cantábricos de pescados y mariscos. El ambiente es sosegado, y la flota luce humilde en las tranquilas aguas, al pie de la rula.
Playa de Arnelles, con aire castreño
En el margen oriental del Cabo de San Agustín, en el concejo de Coaña, encontrarás la playa de Arnelles, un pequeño arenal de 100 metros de longitud, de arenas doradas, oleaje moderado y poca ocupación debido a su acceso a pie.
En medio de un escarpado entorno, está situada cerca del bello puerto pesquero de Ortiguera, un lugar que, sin duda, merece una visita.
En las proximidades se encuentra también el Castro de Coaña, un asentamiento del siglo IV a. C., situado en la margen izquierda de la ría de Navia, sobre una colina y rodeado de murallas.
Un vistazo panorámico sobre el castro te impresionará, y una vez dentro de él entenderás algunos secretos de la cultura castreña, que tanta vida e importancia tuvo en el pasado de Asturias.
Luarca, la belleza blanca
Luarca/Ḷḷuarca es una apacible villa marinera, que fue un importante puerto pesquero desde la Edad Media, y que conserva muchos vestigios de ese glorioso pasado: antiguos barrios, los restos de una fortaleza, la Mesa de Mareantes y Navegantes, puentes con leyenda, o palacios y casas blasonadas. Por si esto fuera poco, vio nacer al Premio Nobel de Medicina, Severo Ochoa, y de él conserva muchos recuerdos.
Luarca/Ḷḷuarca es tan blanca que no parece atlántica. Además, es la única de toda Asturias flanqueada por dos miradores y dos capillas: la blanca, al este, y la de San Roque al oeste, y la que tiene el cementerio más bello de todo el Cantábrico.
Por supuesto, los alrededores de la Villa Blanca son una fuente inagotable de gratos descubrimientos: uno de los botánicos más grandes y exóticos de toda Europa; un Parque a medio camino entre la Tierra y el Cosmos; un Cabo donde soplan los mejores vientos y se confeccionan los mejores pasteles de España; una romería asturiana al pie de un acantilado, o las más bellas playas para disfrutar de insólitos parajes, de baños de ensueño o de olas increíbles.
Cabo Busto, una de las grandes atalayas de la costa occidental
Entre el sol y las nubes, el viento y la calma, se debate siempre inmenso el Cabo Busto. Precisamente este promontorio es, junto con Peñas y Vidio, una de las puntas más salientes y llamativas de toda la costa asturiana.
Cabo Busto es una de las atalayas más impresionantes sobre el litoral occidental. El entorno del faro es una gran planicie desde la que, en un barrido panorámico, observarás la altitud de las brañas vaqueiras y la grandeza del Cantábrico.
Una de las mejores formas para disfrutar y conocer el hábitat del Cabo Busto es realizar la ruta circular por la senda que existe en la zona, donde te irás encontrando miradores desde los que divisarás la línea costera, así como acantilados, playas y calas, que componen una sinfonía rocosa de gran belleza.
Si te fijas, desde aquí, en los días despejados, se ve la ermita de la Blanca y el faro de la villa de Luarca, cuya presencia se intuye levemente entre el rumor de los acantilados. Y desde luego, los atardeceres son tan apacibles que se tornan en poesía pura...
Además, no puedes irte de este lugar sin antes dar una vuelta por el pueblo de Busto, que tiene deliciosos rincones en los que se plasma la arquitectura típica del occidente de Asturias, con sus casas de piedra y esos tejados de pizarra negra tan característicos, que también se ven en los hórreos.
Y entre estos deliciosos rincones, hay uno que lo es literalmente: es el obrador y la coqueta tienda de la Confitería Cabo Busto, considerada por los críticos gastronómicos una de las mejores de España, y al frente de la cual está un jovencísimo Jonathan González, que ha retornado a su lugar de origen, para inspirarse bajo los efluvios de su Cabo Busto.
La Regalina, una capilla con vistas panorámicas
Uno de los pueblos más bellos del concejo de Valdés es Cadavedo. Muy conocido por su arquitectura indiana y por los muchos hórreos con que cuenta. Pero lo que de verdad lo convierte en único, es su ermita de La Regalina - que también tiene dos hórreos ubicados en las proximidades -.
La Regalina, ubicada en un espectacular paraje junto al mar, es uno de los lugares ‘totémicos’ de la costa occidental asturiana. Miles de viajeros, peregrinos, caminantes, romeros, escritores, artistas, cineastas, etc. han quedado prendados con este sitio, que tiene una curiosa historia, a medio camino entre la realidad y la leyenda.
Resulta que la Virgen de Nuestra Señora de Riégala – conocida popularmente como La Regalina – es la patrona de Cadavedo. Dice una leyenda popular que la imagen se la encontró un campesino en el interior de un tronco hueco de un castaño, situado en las inmediaciones de la fuente de Riégala.
Y así en 1931 se erige la ermita de Santa María de Riégala, y ese mismo año, por iniciativa del Padre Galo, figura clave de la literatura asturiana, comienzan a celebrarse las fiestas de la Regalina, en el Campo de la Garita, frente a la ermita. Cada último domingo de agosto miles de personas participan en una misa al aire libre, aderezada con un desfile de romeros ataviados con la indumentaria tradicional, que se mueven al ritmo de los carros del país y la música de gaitas y tambores. Nunca una fiesta típica asturiana se celebró desde tan privilegiado balcón sobre el mar Cantábrico.
La Regalina, tanto el lugar como la fiesta, es realmente algo único e irrepetible.
Cabo Vidio, misterioso e imponente
En algún momento de tu periplo por Cudillero, pondrás rumbo al Cabo Vidio, como si fueras un navegante que busca la señal luminosa de un faro mágico que lo guíe a un destino de ensueño.
Precisamente esa sensación es la que tendrás en Cabo Vidio: el haber arribado a un lugar único, lleno de secretos que te aguardan para susurrarte cientos de historias prodigiosas al oído.
Oviñana, la parroquia donde se encuentra este cabo, es una zona deliciosa, con mucho ambiente, con gente muy agradable y con sitios estupendos para comer, cenar o tomar el vermú. Y si lo que te gusta es ir de ruta - a pie o en bici - por la costa, una visita al Cabo Vidio y sus alrededores, te dejará totalmente seducido.
Cabo Vidio tiene algo especial. Tal vez tenga que ver en este aire distinto que se trata de un punto geográficamente estratégico (es el segundo punto más septentrional de Asturias) desde el que puedes contemplar, si la atmósfera está despejada, el Cabo Peñas hacia el este e incluso la Estaca de Bares hacia el oeste. Además allí se encuentra el último faro que se construyó en Asturias y es uno de los más recientes construidos en España, justo en la mitad del siglo XX.
El acantilado de Vidio es espectacular, a base de cuarcitas y pizarras yuxtapuestas y alineadas como si de una inmensa escultura de roca se tratara, hasta el punto de que justo debajo del faro, existe una gran cavidad natural, rematada en una redondeada cúpula que alcanza los sesenta metros de altura, y por esta razón se la conoce como “la iglesiona”.
Además, en el entorno de Cabo Vidio, en dirección oeste y perfectamente ubicados en la línea de costa, con unas vistas que te harán enmudecer, tienes una serie de bancos – para que hagas la ruta completa – donde contemplarás de la manera más tranquila y sosegada todo el litoral, con sus playas y acantilados, y si vuelves la vista verás las brañas que descienden a surfear las olas que salpican desde hace millones de años el eternamente sugestivo Cabo Vidio…
Cudillero, la magia de lo invisible
De todas las villas marineras del Cantábrico, Cudillero es la única que no se ve ni desde tierra, ni desde la mar, al estar ubicada en un recodo natural que le confiere esa condición de invisible, y por tanto misteriosa. Esto quiere decir que para que contemples Cudillero tendrás que estar dentro, y una vez allí el espectáculo te resultará asombroso…
Un puerto pesquero lleno de sabor, un pueblo que se descuelga casi en vertical por una ladera entre dos colinas componiendo un anfiteatro único de vivos colores, un ambiente cosmopolita donde escucharás varios idiomas en pocos metros, terrazas, restaurantes y sidrerías ambientados en cualquier época del año, la capilla de El Humilladero, la iglesia de San Pedro… son algunas de las señas de identidad de una villa llamada pixueta, y que es tan singular, que hasta tiene su propio lenguaje.
Cudillero, surcado en sus entrañas por dos ríos, el de Santantón y La mimosa, es como una especie de balsa flotante que se hace a la mar, que es su verdadera esencia. Todo en Cudillero sabe a mar, huele a mar, suena a mar… Murales, redes, timones, flotadores… todo son señales inequívocas de que has llegado a un territorio marinero de rotunda identidad.
Uno de los supremos atractivos que te ofrece la villa de Cudillero es la posibilidad de callejear, de perderte literalmente por sus muchos rincones y recobecos. Descubrirás escaleras sin fin, pasadizos, balcones, miradores, viviendas de pescadores de vivos colores… en cuyos soportales podrás encontrar algún curadillo - pequeños escualos que secan o curan en las terrazas, ventanas o balcones, para consumir en tiempos de “envernada” o de vigilia -.
Si te adentras en el anfiteatro y sigues los peces azules que hay pintados en el suelo, irás zigzagueando hasta lo más alto, y a medida que ganas altura, tendrás diferentes puntos de vista de Cudillero. A medida que asciendes, el rostro de la villa pixueta va mudando, es como si tuviera mil caras, y te perderás entre sus tejados, con la música de fondo de las olas del mar y el canto de las gaviotas. Observar el anfiteatro desde dentro del anfiteatro es una experiencia increíble, es como desentrañar algunos misterios de Cudillero…
Hay tres lugares que no puedes perderte. Uno de ellos es el mirador de La Garita, ubicado en el lado este del anfiteatro, y desde donde en un vistazo contemplarás el faro, el puerto y la villa. Otro es el mirador de “El Picu”, justo en el corazón pixueto, y otro es el de la Casa del Fuego, en la parte oeste de Cudillero. Entre todos completarás un secuenciado de instantáneas visuales únicas, al mismo tiempo que te adentrarás en la curiosa historia de este pueblo.
Y así, caminando de mirador en mirador, te inspirarás mejor para comprender el alma pixueta…
Por supuesto, a pocos kilométros de Cudillero capital, tienes otro de esos paraísos perdidos que no puedes dejar de visitar: la playa del Silencio.
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