Afganistán: Sin esperanzas de futuro para las mujeres afganas
14 de septiembre 2023
Desde la reinstauración del régimen talibán en agosto de 2021, las
mujeres de Afganistán han visto socavada —sin piedad— su esperanza de
futuro; después de cuatro décadas marcadas por una lucha incasable por
sus derechos y su libertad, y con el apoyo incondicional de toda la
comunidad internacional. Con ello, los talibanes —bajo un gobierno
autárquico y hermético— han demostrado que el aperturismo que
preconizaban tras su ascenso al poder no era más que una estrategia para
conseguir la ayuda internacional.
En la actualidad, con un sistema basado en la opresión masiva de las mujeres desde hace dos años, el régimen talibán —subraya Naciones Unidas—
«ha llevado a cabo el ataque más completo, sistemático y sin
precedentes contra los derechos de las mujeres y las niñas», articulado a
través de más de 50 edictos, órdenes y restricciones que impactan en
sus vidas cotidianas: qué pueden hacer, dónde y con quién.
En una reunión de la entidad ONU Mujeres,
celebrada el pasado agosto, los asistentes internacionales denunciaron
que las mujeres afganas han sido sistemáticamente excluidas de la vida
pública y política, con un acceso restringido a la educación, la
asistencia humanitaria, el empleo, la justicia, los servicios sanitarios
o el ocio; y su vida se limita, cada vez más, al ámbito doméstico. En
definitiva, una política que la ONU califica como «apartheid de género»,
y que entierra a las mujeres en vida y silencia su presencia.
Ámbitos de exclusión femenina
A pesar de las promesas iniciales del régimen de que las mujeres
podrían ejercer sus derechos dentro de los límites de la ley islámica
—que incluye el derecho al trabajo y la educación—, las mujeres y niñas
han quedado condenadas a una vida en la sombra, al abrigo del cautiverio
doméstico y sometidas a las violaciones constantes de sus derechos más
básicos.
Antes de que el régimen talibán tomara el poder, y gracias a la ayuda
de una ley de regulación de cuotas, las mujeres constituían el 27% de los miembros del Parlamento en Afganistán, el 21% de los abogados y entre el 8% y 10% de los jueces.
Ahora, las mujeres ya no tienen presencia en los órganos políticos del
régimen talibán, y también está prohibido que participen en el sistema
judicial, lo que ha supuesto la desaparición de juezas, fiscales y
abogadas de este ámbito institucional.
Por otro lado, y en uno de sus primeros decretos tras llegar al poder, el régimen disolvió el Ministerio de Asuntos de la Mujer,
una organización dedicada a la promoción de los derechos de las mujeres
en Afganistán. En su lugar, instauró el Ministerio para la Propagación
de la Virtud y la Prevención del Vicio, departamento encargado de
implementar las reglas islámicas. Desde este ministerio, se regula el
movimiento y la vestimenta de las mujeres, ahora sujeto a severas
restricciones. Asimismo, a las mujeres no se les permite moverse en el espacio público a menos que estén en compañía de un pariente varón (mahram) y cubiertas con velo completo. Recientemente, se han cerrado los salones femeninos de belleza, uno de los últimos lugares de reunión, y también se ha prohibido su entrada al popular parque nacional de Band-e-Amir, como castigo por no cubrirse correctamente.
En cuanto al sistema laboral, los talibanes han restringido
gravemente las oportunidades profesionales de las mujeres, con la
prohibición de realizar la mayoría de las formas de empleo que se lleven
a cabo fuera del hogar. A partir de abril de 2023, a las mujeres
afganas ya no se les permite trabajar para la ONU, organizaciones no
gubernamentales internacionales y nacionales en el país; y tienen muchas
restricciones en los sectores de educación y salud: una situación que
el Consejo de Seguridad ONU denunció en su resolución 2681 (2023).
Por otro lado, el 84% de las periodistas han dejado de trabajar por
miedo a la represión, y las doctoras no tienen permitido tratar a
pacientes varones ni trabajar con ellos. Paralelamente, las mujeres y
niñas solo pueden recibir atención de doctoras. Todas estas medidas,
además de ser una flagrante violación de los derechos de las mujeres,
han provocado que muchas familias sobrevivan en condiciones
infrahumanas, en un país donde —según las estimaciones de la ONU—
el 97% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, dos tercios
necesitarán asistencia humanitaria en 2023 y seis millones de personas
están al borde de la hambruna.
Igualmente, la educación de las mujeres ha sufrido un fuerte varapalo tras la reinstauración del régimen talibán: las niñas mayores de 12 años tienen
ahora cerradas las puertas de los institutos de secundaria y de la
universidad. Empobrecidas, sin trabajo y sin educación, muchas jóvenes
ven cómo sus esperanzas de futuro se desvanecen detrás de la política
excluyente de los talibanes.
En este contexto de opresión, el matrimonio forzado e infantil es la
única salida para muchas familias. Si bien antes del régimen talibán
existía un alto número de niñas obligadas a casarse antes de cumplir la mayoría de edad, esta cifra sigue aumentando a pesar del decreto de los talibanes que prohíbe los matrimonios forzosos. Así, el informe de la ONU «Violencia sexual relacionada con el conflicto»
denuncia que, en Afganistán, «la pérdida de medios de vida, en muchos
casos debido a la toma del poder por los talibanes y la consiguiente
inflación, hizo que muchos recurrieran a estrategias de afrontamiento
negativas, con informes que indican la venta o el matrimonio forzado de
mujeres y niñas, incluidos a los combatientes talibanes», generalmente
como forma de protección de las mujeres o para hacer frente al hambre.
Impacto en la salud física y mental
Recientemente, en un informe conjunto,
el relator especial de la ONU para los Derechos Humanos en Afganistán y
el Grupo de Trabajo sobre la discriminación contra mujeres y niñas han
denunciado el grave impacto de esta política de exclusión, con especial
atención a su repercusión en el ámbito de la salud mental.
En este sentido, el informe señala que este entorno restrictivo
—agravado por la pobreza— aboca a las mujeres y niñas a un callejón sin
salida, con un aumento de abusos como «la violencia doméstica, el
matrimonio forzado e infantil, la venta de niños y órganos, el trabajo
infantil, la trata y la migración irregular». Además, advierte que, en
contra de las afirmaciones de los talibanes de que los suicidios han
disminuido y la salud mental ha mejorado desde agosto de 2021; los
expertos estiman que los casos de depresión y suicidio son numerosos,
especialmente entre las mujeres adolescentes.
Al respecto, el informe refiere a la última encuesta de marzo de
2023, que señala que el 47,6% de los encuestados conocían al menos a una
mujer o niña que había sufrido ansiedad o depresión; mientras que «un
alarmante 7,8% conocía a una mujer o niña que había intentado
suicidarse». Por último, el informe denuncia que los talibanes han
ejercido violencia contra aquellas mujeres defensoras de los derechos
humanos, periodistas y muchas profesionales y que prevalece la impunidad
para los delitos de violencia sexual.
No obstante, a pesar de toda la hostilidad del régimen, las mujeres
de Afganistán continúan su valiente lucha sin rendirse, y —subraya el
informe— destaca la resiliencia y la fuerza de las mujeres afganas
frente a las condiciones represivas que han impuesto los talibanes. Así,
muchas de ellas denuncian las violaciones, trabajan, estudian y prestan
servicios con una determinación incasable, sin perder la esperanza en
un futuro que los talibanes les niegan. Con todo, y como concluyen los
expertos en su informe, la comunidad internacional debe «garantizar que
la situación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas en
Afganistán ocupa un lugar central en todas las decisiones políticas y en
el compromiso con las autoridades de facto», y alzarse como la voz de
estas mujeres afganas que han sido dramáticamente silenciadas.
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