Hoy ha sido un día extraño en el que recibí una noticia que me deja un sabor tan amargo en la boca. Deja de ser la Jefa del Servicio de Equidad Mª José Villaverde Aguilera y este hecho me provoca una enorme tristeza, me deja estupefacta ya que tener en la Consejería de Educación a una persona con su formación, profesionalidad, con los talentos que posee para educar desde el lado más humano, desde el desarrollo de esa inteligencia emocional que despliega en sus maneras, en sus formas, en sus acciones, poder disponer de ella en un puesto de responsabilidad es un privilegio y una garantía de ecuanimidad, de justicia y de inclusión.
Más allá de las teorías que cualquier persona puede conocer dedicando tiempo de estudio, ella integra sus estudios en sus actos desarrollando acciones, gestando marcos en los que las intervenciones educativas parten de la realidad que no solo conoce porque viene de la práctica, sino que escucha a los que estamos en la base, da voz a los que habitan en los márgenes para tratar de ofrecer la respuesta que garantice el máximo desarrollo del potencial que tienen. Su mirada hacia mi alumnado siempre ha sido una mirada amorosa, cargada de respeto, de escucha atenta, y siempre con la intención de colaborar en el trazado de los puentes que tratamos de crear cada día. Ella sabe mejor que nadie que la inclusión requiere no solo de políticas, sino de programas, y de acciones cotidianas, y los cambios vienen desde todos los ámbitos.
Es una ausencia nos deja con una conmoción que tendremos que elaborar. La vida trae encuentros y despedidas. Encontrarte Mª José Villaverde ha sido como alcanzar un bosque de cedros en el Atlas, esos cedros majestuosos que se elevan ofreciendo tanta riqueza y prosperidad a su alrededor, que son capaces de trasformar un entorno hostil, en un ecosistema donde la vida fluye, se regenera, crece, se expande. Gracias de corazón, nos dejas el testigo entre las manos.
Te deseo lo mejor en esta nueva etapa que comienzas y espero que donde te encuentres sepan apreciar todos tus talentos y virtudes.
Ojalá pudiera envolver la alegría tan inmensa que sentí hoy al llegar a un colegio y reencontrarme con dos niñas gemelas a las que di clase tan solo tres meses y al verme se lanzaron a abrazarme con tanto cariño, abrazadas las tres en el pasillo, unidas como si fuésemos un árbol, frondoso y radiante estuvimos un buen rato. Esas dulces criaturas que me daban las gracias por ir a darles clase al concluir cada clase, son un ejemplo de la verdadera gratitud y respeto que nos ofrece esta profesión a las que nos entregamos a ella desde la vocación. Y desde aquí es desde donde te digo: - Namaste, gracias Mª José Villaverde Aguilera, cuando la vida nos haga coincidir te abrazaré así, como estas niñas, mis niñas de Bali.
Encarna González Herrero
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