Zenobia narra el viaje de Amina, una niña siria, que huye de la guerra. Amina se embarca, junto con otros refugiados, en una patera para alcanzar la costa de un país en paz. Pero el mar es grande y peligroso, mientras Amina se hunde en la profundidad de las aguas revive momentos de su vida, junto con su familia, antes del horror de la guerra. El recuerdo de Zenobia, valiente guerrera y reina de Palmira, le infunde fuerza.
Zenobia retrata la crudeza de la realidad, a la vez que invita a reflexionar sobre las consecuencias de la guerra y el drama de los refugiados.
El libro ha recibido el premio al Mejor Cómic y al Mejor Cómic Infantil, ambos otorgados por el Ministerio de Cultura de Dinamarca, en 2016.
Reseñas
Zenobia: un poema visual para el horror sirio
Dürr consigue así no actuar como portavoz, sino, pese a no acudir a la frialdad del documento, como un médium que pone sobre la mesa de novedades la materialidad de una cruel realidad que, desde este “lugar sin soldados”, nos parece a menudo no solo lejana. Si no, curiosamente, ficción. Alberto Gómez Vaquero Mundo Crítico
Zenobia, Morten Dürr y Lars Horneman
Este interesante cómic danés, país del que pocos tebeos se publican, que no presenta respuestas sobre el por qué o cómo solucionar el conflicto, pero que está pensado para que los lectores sean conscientes del drama humano que están viviendo muchos niños, abriendo una puerta a la reflexión en el seno de una Europa que es parte del problema y de la solución. Raúl Tudela 13 millones de naves
Zenobia: la tragedia de los refugiados
Novela gráfica desoladora, necesaria para agitar conciencias. Una llamada de socorro, un aviso a navegantes de cómo estamos perdiendo la humanidad con la indiferencia ante el sufrimiento de nuestros iguales permitiendo que cosas así sucedan. El libro, con toda razón, ha recibido el premio al Mejor Cómic y al Mejor Cómic Infantil, ambos otorgados por el Ministerio de Cultura de Dinamarca, en 2016. Josep Oliver Papel en Blanco
Zenobia, el viaje de una niña siria en busca de esperanza
Un emocionante libro que es un homenaje a todos esos emigrantes que se juegan la vida cruzando el mediterráneo y a los que seguimos sin ofrecer ninguna solución. Sobre todo a los cientos de niños que fallecen cada año. Y que acabamos reduciendo a cifras. Jesús Jiménez RTVE
Zenobia consigue, con pocas palabras e imágenes limpias y expresivas, ponernos un nudo en la garganta desde la primera página hasta la impactante última frase. No hay proclamas ni mensajes, tan solo el reflejo de una realidad que nos suelen contar y que como lectores podemos vivir en primera persona. Y de ahí sacar nuestras propias conclusiones. Revista Babar
Zenobia, la "reina guerrera" descendiente de Cleopatra que desafió al Imperio romano
Redacción
BBC News Mundo
En el siglo II, el Imperio romano alcanzó su mayor extensión, abarcando grandes partes de Europa, Medio Oriente y el norte de África. Uno de los lugares más importantes de este vasto imperio era la ciudad de Palmira, en la provincia de Siria.
Palmira tenía una ubicación estratégica al estar justo a medio camino entre el mar Mediterráneo, al oeste, y el río Éufrates, al este.
Esto hacía que fuera una parada obligatoria para las caravanas que transitaban por la ruta de la seda, que conectaba Oriente con Europa, lo que trajo gran prosperidad para la ciudad.
Para el siglo III, Palmira se había convertido en una de las ciudades más ricas.
También tenía una gran importancia militar, ya que hacía de barrera del Imperio romano contra su mayor amenaza, el vecino Imperio persa (o Imperio sasánida, como se llamó durante ese período).
Palmira se hizo tan poderosa que, aprovechando una de las peores crisis del Imperio romano, en el año 268, decidió sublevarse y crear su propio imperio.
Esa gesta libertadora y conquistadora fue liderada por una mujer: Zenobia, la reina regente de Palmira.
Zenobia, que se destacó tanto por su cultura como por su habilidad militar, fundó el Imperio de Palmira, que entre los años 268 y 272 logró apoderarse de Siria, Egipto, Anatolia (o Asia Menor), Palestina y el Líbano.
En 270 Zenobia incluso se proclamó reina de Egipto y llegó a acuñar monedas egipcias con su imagen.
Pero a diferencia de su antecesora más famosa, Cleopatra, de quien decía ser descendiente, la reina palmirana no logró mantenerse en el poder.
Su reinado fue breve, pero su historia capturó la imaginación de muchos escritores del Renacimiento, y ha sido tema de numerosas óperas, poemas y obras de teatro.
Cómo llegó al poder
Zenobia estaba casada con el príncipe de Palmira Septimio Odenato, quien había logrado mucho reconocimiento por parte de Roma por sus exitosas campañas contra los persas.
En agradecimiento por defender la frontera oriental del Imperio romano, Odenato fue nombrado rey de Palmira en 260.
Pero siete años más tarde el sobrino del monarca lo asesinó tanto él como a su hijo mayor y heredero, Hairan, fruto de su primer matrimonio.
La corona la heredó el hijo menor de Odenato, nacido de su segundo matrimonio: Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus Atenodoro, más conocido como Vabalato.
Debido a su corta edad, su madre, Zenobia, asumió como regente.
La joven, de unos 25 años, era extremadamente culta. Algunos historiadores sostienen que su padre era un gobernador romano. Lo cierto es que había recibido la educación de un miembro de la nobleza y hablaba varios idiomas.
Se dice que cautivaba por su inteligencia, además de su belleza.
Indudablemente también era muy audaz: tras la muerte de su esposo no solo defendió la independencia que había logrado Palmira, sino que también decidió desafiar al Imperio romano.
El nuevo Imperio de Palmira
Los planes de conquista del flamante Imperio de Palmira surgieron inicialmente como un presunto intento de defender al Imperio romano de sus enemigos persas.
Pero el propio Odenato había dejado en claro que su ambición iba más allá: el objetivo último era dominar el Oriente.
Zenobia continuó con los planes de su marido.
Con gran astucia militar, logró no solo mantener a raya a los persas sino también conquistar terrenos que pertenecían al Imperio romano.
Se aprovechó de la grave crisis en la que se veía el nuevo emperador romano, Claudio II Gótico, quien al asumir en 268 debió hacer frente a la triple amenaza de los godos, los galos y la tribu germánica de los alamanes.
Con Roma ocupada, Zenobia invadió Egipto en 269 y se proclamó reina. Así logró extender las fronteras de su Imperio desde el Éufrates hasta el Nilo.
Al mando de su poderoso ejército, la "reina guerrera", como se hizo conocida, siguió conquistando ciudades romanas que resultaban vitales para el comercio en Medio Oriente.
Pero la llegada de Aureliano, que sucedió a Claudio como emperador en 270, frenó las ambiciones del Imperio de Palmira.
El experimentado militar logró no solo contener a los godos, galos y alamanes, sino que también reconquistó Egipto y decidió restaurar el poder de Roma en Oriente.
Uno por uno fue recobrando los territorios que había perdido a manos de Zenobia. La emperatriz debió replegar sus fuerzas y se refugió en Palmira. Pero Aureliano fue en su búsqueda.
Logró doblegarla a través de un astuto plan: se plantó frente a los muros de la gran ciudad y la sitió, frenando el ingreso de suministros.
En 272, Zenobia y su hijo intentaron huir hacia Persia pero fueron capturados y llevados a Roma, donde el emperador organizó una marcha triunfal en la que hizo desfilar a su humillada prisionera.
Existen distintas versiones sobre lo que pasó después. La más popular cuenta que Aureliano la perdonó y le permitió llevar una lujosa vida en Tibur (actual Tívoli), como exiliada.
Según esta versión, Zenobia se habría convertido en una destacada filósofa de la alta sociedad romana.
La gloria de Palmira
Más allá de lo que pasó con ella, el legado más tangible que dejó la reina Zenobia fue el esplendor de su ciudad, que hoy sigue siendo considerada una de las joyas de la antigüedad.
Durante su breve reinado, embelleció la ciudad, famosa por sus hermosos templos, edificios públicos, monumentos y jardines.
La belleza e importancia cultural de Palmira se mantuvo a lo largo de la historia, convirtiendo a la antigua ciudad y sus famosas ruinas en uno de los atractivos turísticos más importantes de Siria.
En 1980, Palmira fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sin embargo, la ciudad también atravesó un gran número de asedios. El primero fue el de los romanos, que tras la caída del Imperio de Palmira y un infructuoso intento de rebelión, arrasaron la capital.
Muchos de los tesoros más valiosos de Palmira fueron llevados a Roma.
Palmira incluso sufrió en tiempos modernos: en 2015 fue destruida por el autodenominado Estado Islámico (EI), que tomó la ciudad durante la sangrienta guerra civil siria.
Los miembros de EI dinamitaron muchos de sus monumentos y joyas arqueológicas, por considerarlos símbolos de idolatría.
Sin embargo, tras retomar el control de la ciudad, el gobierno sirio informó que si bien se destruyeron piezas de amplio valor histórico, muchas de las ruinas de Palmira permanecen intactas.
La guerra en Ucrania reaviva el Síndrome de Ulises, el duelo extremo de los refugiados
El psiquiatra Joseba Achotegui describió hace dos décadas un concepto que describe el estrés límite que aparece entre quienes, como en Ucrania, se ven abocados a un terrible éxodo
No es un trastorno mental, advierte el médico sobre una sintomatología que se manifiesta en tristeza, irritabilidad, llanto, dolor de cabeza...
Refugiados de Ucrania esperan en la estación de tren de Chelm, desde donde tomarán un tren especial a Varsovia, Polonia. /EFE/ BARTLOMIEJ WOJTOWICZ
Hace ya dos décadas que el psiquiatraJoseba Achoteguidescribió el llamado Síndrome de Ulises o síndrome del emigrantecon estrés crónico y múltiple. Desde entonces, el concepto se utiliza en multitud de disciplinas, desde tesis doctorales hasta asignaturas universitarias, para describirun cuadro de duelo migratorio extremo-no una enfermedad mental, precisa el médico aEL PERIÓDICO DE ESPAÑA-, que aparece entre los que dejan su país yviven situaciones muy adversascomo la soledad, la exclusión, el miedo o la indefensión.El desgarrode quienes deben dejar atrás el mundo que conocíanen situaciones absolutamente adversas. EnUcrania, más de un millón de personas han abandonado el país huyendo de la guerra. "Nos toca en Europa, muy cerca, y no estamos acostumbrados. Vamos a ver mucho Síndrome de Ulises, con mucha gente en muy malas condiciones.Los niños son quienes tienen más riesgo", advierte el psiquiatra.
"Ulises pasábase los días sentado en las rocas, a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el mar estéril, llorando incansablemente…" (Odisea, canto V, 150). El Síndrome de Ulises toma su nombre delhéroe de la mitología griegaque Homero recrea en la Odisea. Desde que el doctor Achotegui,(Durango, Vizcaya, 1952), detallase sus características -allá por 2002- el mundo ha girado de mil y una maneras, comienza diciendo a este diario quien lleva toda una vidavelando por el bienestar emocionalde las personas migrantes. "En el mundo hay millones de personas que emigran sin derechos,con mucha soledad, con indefensión...", subraya el especialista.
El psiquiatra Joseba Achotegui.
/J.A.
Profesor titular de la Universidad deBarcelonaes fundador y director del SAPPIR (Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes Refugiados) del Hospital Sant Pere Claver (en la misma ciudad) desde 1994. Gracias al trabajodel doctor Achotegui y su descripción del Síndrome de Ulises, psicólogos, psicoterapeutas, trabajadores sociales, administraciones u ONGs han mejorado su atención psicológica a inmigrantesensituaciones de alto riesgo. Un cuadro de estrés crónico y múltiple que, como el psiquiatra lleva años documentando, sufren millones de personas en el mundo y que se traduce en tristeza, irritabilidad, llanto, dificultades para dormir, dolor de cabeza...
"Es apenas una semana de guerra pero los pronósticos son cada vez más negativos"
En la actualidad, el equipo de Joseba Achotegui está llevando a cabo una investigación en Estados Unidos con los refugiados quehace meses salieron de Afganistán. Desarrollan un programa con laUniversidad de Sacramento Davis, en California, para conocer su grado de vulnerabilidad y, en función de los resultados, aplicarles uno u otro programa de ayuda. En estos días, el SAPPIR, con casi treinta años de experiencia, ya está preparandoun programa de atención a los refugiados ucranianos. "Es apenas una semana de guerra pero, lamentablemente,los pronósticos son cada vez más negativos", asegura el fundador de la entidad.
Pregunta. Hace veinte años que usted describió, por primera vez, el llamado Síndrome de Ulises. ¿Qué balance hace de estas dos décadas asistiendo a migrantes?
Respuesta.Se ha confirmado lo que planteé entonces: que hay un problema muy grande con mucha gente que emigra en muy malas condiciones.La situación ha ido empeorando, más que mejorando, en estos últimos años. En el mundo hay millones de personas que emigran sin derechos, con mucha soledad, con indefensión...De ahí salía ese planteamiento que hice -en 2002- cuando describí el Síndrome y la comparación con Ulises, con la Odisea. Ahora tenemos la guerra de Ucrania que, tal y como está yendo, va a generar millones de refugiados. Es una guerra que nos toca en Europa, muy cerca, y no estamos acostumbrados. Nos va a afectar mucho y vamos a ver mucho Síndrome de Ulises, con mucha gente que va a estar en muy malas condiciones. Muchos no van a necesitar ayuda psiquiátrica, pero tenemos que prepararnos para atender bien a los que sí la precisarán.
P. Son miles de personas a las que Europa está abriendo sus brazos.
R.Sí, y eso me preocupa especialmente. Al principio hay mucho movimiento, mucha solidaridad, pero cuando pasa el tiempo, es cuando empiezan a aparecer los problemas de fondo. ¿Qué pasará de aquí a un año?. ¿Qué sucederá cuando ya no se hable de esto o las familias ya estén instaladas?. Me inquieta que, cuando pasen los meses, haya una buena estructura para mantener esa ayuda. Esperemos que sí, que Europa sea capaz de hacerlo.
P. Usted describió el Síndrome de Ulises como un duelo migratorio extremo, pero subraya que no es una patología mental.
R.Sí. Es importante aclararlo. Hablamos de preocupaciones muy intensas que se manifiestan en una serie de síntomas -como los antes descritos- no de una enfermedad mental. Lo que estás viviendo es una situación terrible y reaccionas. La mayoría van a estar asustados, indefensos, durmiendo mal... Es un duelo, es un estrés múltiple pero, cuidado con convertir a todos estos refugiados en enfermos, porque eso también les estigmatiza cuando salen de una situación tan tremenda. La mayoría de la gente lo pasará muy mal, pero es fuerte y resistirá.
P. Sin embargo, no todo el mundo tiene la misma capacidad de resiliencia.
R. Habrá un grupo que, como digo, desarrollará trastorno mental y habrá que ayudarle, ya sea con psicoterapia y, si hace falta, con medicación. Mi equipo ha desarrollado un test para medir el grado de riesgo que tiene una persona de padecer enfermedad mental en función de su vulnerabilidad. Si esa persona ha tenido, por ejemplo, una infancia muy traumática -porque ha sufrido violencia, abusos sexuales, abandonos...-, en una situación muy dura, como la guerra, tendrá más riesgo de desarrollar una enfermedad que alguien que ha vivido un buen contexto y ha crecido fuerte, a quien también le afectará mucho lo que le está pasando, pero no de forma tan severa. Lo más importante es entender bien su situación y no convertirse en otro problema para el refugiado porque no le comprendemos bien. Hay que medir muy bien qué tiene y cómo se le ayuda.
"Los niños tienen mucho riesgo. Es la población que más se debe proteger para que no queden traumatizados"
P. ¿Y cómo se debe brindar esa ayuda emocional?
R. Hay todo un programa estructurado para ayudar a inmigrantes o refugiados que están viviendo situaciones muy difíciles. Yo lo recojo en el libro 'Inteligencia migratoria'. Existen varios tipos de ayuda. A nivel personal, pueden aprender a manejar mejor el estrés físico (por ejemplo, técnicas del sueño o relajación) y, a nivel psicológico, esa persona puede tener un planteamiento que le ayude a resolver sus problemas. Pero también hay consejos para cómo abordar el duelo migratorio. A veces, el inmigrante está muy estresado y razona mal. Eso le genera nuevos problemas. Lo recomendable es quienes le atienden se formen.
P. El éxodo ucraniano está formado fundamentalmente por mujeres y niños. ¿Cómo será el impacto para esos menores tras tener que abandonar sus casas por una guerra?
R.El niño está en un periodo de crecimiento, de maduración. Necesita un contexto muy estable, muy protector. Estos niños van a vivir situaciones muy duras porque no saben que está pasando con sus padres (que se han quedado combatiendo). Sus madres están angustiadas, van a tener que cambiar de lengua, sus escuelas...Habrá muchos elementos estresores y no todos los niños tendrán la misma capacidad de resistirlo. Algunos serán más débiles y les generará más problemas. Habrá que ver también cómo están sus familias. Si la familia está mal, el niño se desestructura. Sí, los niños tienen mucho riesgo. Es la población que más debemos proteger para que no queden traumatizados por la experiencia.
"El estatus de refugiado es uno de los peores tipos de emigración. No es lo mismo marcharte porque tienes un proyecto a que te expulsen las bombas"
P. Si se habla de duelo, ¿es el mismo para quien emigra en busca de oportunidades que para quien sale como refugiado de su país?
R. Hay diferencias, pero yo prefiero llamar emigrante a todo el que sale de su país. Luego, hay muchos subtipos. Diría que todos los que salen son emigrantes y, en ese colectivo, hay un subtipo que es el refugiado, uno de los peores tipos de emigración, porque no es lo mismo marcharte porque tienes un proyecto, a que te expulsen las bombas, ahora de Putin...Vas a otro lugar, mucha gente a la vez. Todo eso genera muchos problemas y un contexto muy difícil. También por eso suelen tener más apoyo institucional o político. Insisto, me preocupa que ese apoyo se mantenga. Hay que generar todo un programa de ayudas para esta población. Hay muchos matices.
Refugiados en Dorohusk (Polonia).
/DAVID LÓPEZ FRÍAS
P. ¿Hay diferencias en cómo se acoge a los refugiados según su procedencia?
R. Sí, las hay. Por ejemplo, un ucraniano que va a Polonia, que está muy cerca, tiene una migración más fácil que quien emigra de culturas muy diferentes. Polonia, que ha recibido con los brazos abiertos a los ucranianos, no ha recibido ni a un sirio. Por eso digo que una cosa es la reacción emocional, del primer momento, y otra lo que puede pasar dentro de unos meses. Tenemos que ser más abiertos. Todos somos seres humanos. Entiendo que con el vecino tengas más receptividad, es lógico. Pero los refugiados que están en Polonia, acabarán saliendo de allí, a países como el nuestro, y ahí sí vivirán un choque cultural más fuerte. Por eso, cada emigrante debe ser comprendido de forma individual y a fondo. Ahora, estamos en una guerra en el corazón de Europa y va a ser algo tremendo.
P. ¿Podemos, desde nuestra seguridad, llegan entender lo que siente un refugiado que debe huir de su país?
R. Los humanos somos muy empáticos. Tenemos la capacidad de imaginarlo. De hecho, todos lo hemos hecho. Estamos muy afectados y estoy viendo como la gente se pone en el lugar de quienes están marchando con una mochila, a todo correr, algo que es horroroso.