En Asturias a 3 de junio de 2025
A quien quiera escuchar y sepa leerme...
Soy una maestra que enseña
español, mi lengua materna, el español a alumnado desde tercero de Primaria a
cuarto de la E.S.O. por las Cuencas Mineras
desde el 2009. A lo largo de estos años
han ido aumentando el número de alumnado pero no han dado la ayuda necesaria,
ni invirtiendo el recursos humanos, ni materiales
para que estas personas extranjeras puedan ser acogidas por los centros
educativos, por los entornos sociales y comunitarios en que habitan. A pesar de la precariedad, del escaso tiempo
mi labor que muchas veces es invisible, para la mayoría no cae en un agujero
negro.
Sigo levantándome cada mañana y acudiendo a mi
trabajo tratando de dar lo mejor que puedo ofrecer, en unas coordenadas donde
los choques culturales son abismos en los que es muy difícil construir puentes,
pero no imposible. Mi vocación como maestra se basa en forjar a la ciudadanía
del futuro, es más que una profesión. Hay ámbitos profesionales que cualquier
persona puede desempeñar con rigor tras una formación adecuada, pero hay otros
en los que la vocación es algo que se posee o de lo que se carece.
Esa vocación me lleva a ser
maestra, y en estas escuelas somos figuras de autoridad porque velamos por la
integridad de la infancia, no por enseñar mejor las mates, o la informática.
Acompañamos a los más frágiles a abandonar la oscuridad de la ignorancia a
alcanzar las luces del saber, de las artes, de las preguntas que todos y todas
tratamos de responder y como dice Benedetti cuando supe las respuestas me cambiaron
las preguntas. El cambio es lo único con lo que puedes contar siempre y ante esos cambios es necesario ayudar a los
más jóvenes a manejar estrategias que les permitan crecer como personas, con
unos valores que respeten la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia.
Hacerlo nos ayuda a reconstruir un presente y sembrar nuestro futuro común para
todos y todas. Nuestro alumnado tiene en sus corazones nuestro futuro.
Dar voz a los que no la tienen, a
los que están negados y silenciados por el sistema, a los invisibles que
sustentan el estado de bienestar en el que vivimos es un acto de justicia.
Enseñar a usar la lengua como una vía de comunicación para construirse como
personas, en ese dialogo interno y con la persona que está al lado es esencial.
Comprender sus gestos que también comunican lo que las palabras no alcanzan,
tender puentes a través del conocimiento de las culturas que traen consigo es
enriquecedor. Ellos y ellas me enseñan y reinvento el mundo, me reconstruyo
cada día. Bajo la mirada atenta de Timoffi no hay escondite, una mirada es suficiente a veces para acordarse
de alguna norma,… como decía Ángel
Gonzáez en aquellos versos definía muy bien la forma de enfrentarse a la labor
de educar en la vida o por el contrario de adoctrinar en la tortura y la muerte.
Muerte en el olvido
Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la
habita...
En esa batalla entre el bien y el
mal, yo los contemplo y trato de
encontrar el camino hacia la luz hermosa que albergan, y muchas veces no es
fácil. Mi alumnado precisa lazos, una red emocional, a alguien que los reconozca,
que los escuche, que los aliente, que les de tiempo para encontrar la forma de
expresión, que los ayude a enfrentarse a los múltiples duelos a los que se
enfrentan como migrantes, y sin juzgar los ayude a tejer esa red que los
sustente cuando yo ya me haya ido a otro lugar, con otros recién llegados que
no entienden nada. Es breve el tiempo que me permiten estar, pero es breve la vida. Aunque por breve que sea he
aprendido a dar ese instante como si fuese eterno, a despedirme, a sostener el
dolor. Y hay sufrimientos terribles que traen: el olor de las guerras, de los
campos de refugiados, y refugiadas, de
abusos sexuales permitidos y consentidos por progenitores, suicidios de
padres, hay muchos nudos que deshacer en el alma de estos niños, niñas,
jóvenes. Cada uno y cada una dejan una semilla en mis manos y viceversa.
Necesitamos más tiempo, pero del poco que dispongo lo aprovecho para tratar de
llegar a esa complicidad que te permite establecer vínculos, que a veces traen
consigo tristezas profundas, como la muerte de mi querida Hanzada. Pero ha sido
un privilegio poder estar con ella y su madre hasta el último aliento, en plena
pandemia, confinadas, sin poder estar más que a través del móvil, pero
sosteniendo ese hilo, acogiendo el desgarro de las pérdidas de las que una
nunca se recupera porque es antinatura que las hijas se mueran antes que las
madres. Hanzada…, la flor de los montes
en Turquía, Hanzada es Siria, Siria es Hanzada. Su mirada brilla en los ojos de
algunos que quieren aprender y se emocionan cuando son capaces de leer solos
una nueva lengua, de narrar cómo fue su viaje hasta España, o las mil preguntas
que me hacen sobre lo que les rodea y no entienden. A veces no se atreven a
preguntar y me esperan para poder encontrar respuestas, o se entristecen porque
se acabó la clase y quieren seguir. Hanzada se enfrentaba a la crueldad de la
enfermedad y me pedía que le enseñase
como en el cole, porque era su profe y
lo decía con orgullo a las enfermeras. Ese orgullo es el que no veo ni percibo
en los que deberían trabajar por ese bien común, que parece que es una frase
hecha, un discurso vacío de compromisos, el discurso de los políticos y políticas.
Los maestros y las maestras
modelamos el tiempo, damos nuestra vida, y se aprovechan de ello. ¿Cuántas
horas extra? ¿Cuántas horas sin ser
reconocidas? Somos esculturas que vamos
sacando las piezas que el mármol esconde. Cincelamos con paciencia, modelamos
con amor, y como me decía mi maestro de dibujo: - Está bien pero mal, no se
preocupe señorita que yo se lo arreglo, traiga el cartabón- Y con aquella mano
temblorosa trazaba la línea débil para que lo corrigiera y me marcaba
exactamente el punto donde debía llevar la línea. D. Alfredo mi profesor de dibujo que me enseñó
que el error es una fuente natural de
aprendizaje en la que bebemos.
Hoy, esta noche mientras escribo
están encerrados y encerradas compañeros y compañeras valientes que sustentan
esta huelga por una lucha en aras de una escuela pública de calidad, una
escuela donde se nos trate con dignidad y no se nos siga despreciando,
maltratando, invisibilizando, marginando. Hemos dicho como colectivo: Basta ya,
Y necesito escribir para dar voz
a mi alma, para retomar el contacto con
mi esencia. Esta huelga mi alumnado que no saben lo qué es, ni por qué hay que
explicársela, decirles que es por
ellos y ellas, es para todos y todas,
por un futuro digno. En mi cabeza se agolpan imágenes de luchas de mujeres de
sus países de origen que lucharon como Aminatu Haidar en su huelga de hambre en
el aeropuerto de Tenerife, Malala a la que le escribimos cartas mientras se
recuperaba en Inglaterra del ataque terrorista que casi la mata, las acciones del
Movimiento A favor de las Libertades
Individuales en Marruecos, la Plaza Tahir en El Cairo en la primavera árabe con
las declaraciones de Nawga al Saadawi. Hay tantas luchas que les son ajenas. La
memoria parece que es frágil pero está en los libros de historia, en tantas
Bibliotecas. Hay que enseñar a buscar, y descubrir las luchas en las minas que
vertebran estas dos cuencas. Recuerdo a los mineros encerrados en la torre de
la Catedral de Oviedo, cuando era de color negro por la suciedad, y colocaban
cada día los días que llevaban de encierro. Encerrarse no es fácil,
compañeros interinos e interinas en la Universidad, en el IES Juan José
Calvo Miiguel,… tantos reclamos, tantas voces que aunque intenten hacernos
creer que estamos en la Torre de Babel, estamos en un mundo cada vez más
complejo y hace falta ser capaz de serenarse, de escucharse a una misma y
reconectar con la esencia y el sentido que la vida tiene para cada uno.
Respetar y empatizar con el otro, tratar de no dañar. El daño no puede seguir siendo costumbre, la
agresión gratuita, las mentiras, los abusos, no pueden ser moneda de cambio
…. Basta ya.
Necesitamos construir desde el
abrazo, desde la quietud de la alfombra que sostiene a Aminatu. Una alfombra es
un hogar, es un espacio sagrado sobre el que se puede rezar sin necesidad de mediadores,
solo hay que lavarse. Hay que
descalzarse como fórmula de respeto para entrar en la jaima. Descalzos, a ras de suelo con los pies
enraizados en la tierra y la mirada en el horizonte soñemos con una escuela que
acoge, con una escuela que fomenta el desarrollo real de las potencialidades de
todos y todas, un espacio para crecer y generar vínculos, donde las redes
familiares se tejen con las educativas y formamos una urdimbre que sustentará
los hilos y la alfombra en la que estará la historia de cada persona. Hace
falta amor, humildad, abrazar lo que viene desde la complicidad, como lo hace Amma
o Ammachi, la mujer que ha abrazado a más de 35 millones de personas.
Negociar no es acabar con el
oponente, no se trata de un trueque. No somos vendedores de humo, ni magos que
nos dediquemos a engañar o a entretener. Educamos y educar viene del latín educare, que
significa guiar y educere que significa extraer, desde dentro a
afuera. Sin una educación de calidad
¿qué nos espera como sociedad? La violencia cada vez es mayor, guerras,
refugiados y refugiadas, genocidios, …
No mata solo quien asesina sino
quien deja morir.
Como maestra hago mías las
palabras de Mahmud Darwish cuando dice en su poema:
NOSOTROS AMAMOS LA VIDA
Nosotros amamos la vida cuando
hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y
erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando
hallamos un camino hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda
para construirnos el cielo y vallar este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para
que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando
hallamos un camino hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos
plantas que crecen deprisa y recogemos muertos.
Soplamos en la flauta el color de
la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres
piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala
un poco.
Nosotros amamos la vida cuando
hallamos un camino hacia ella.
Una sociedad que fomenta la
crispación, el enfrentamiento, la violencia, el maltrato, el miedo, la
represión, las mentiras no permite crear, desde los valores que nos hacen
humanos y los instintos animales no nos
llevan a la vida, sino a la supervivencia.
Los maestros y las maestros soñamos con vivir, seguimos soñando como Galeano,
como Gioconda Belli, como Elvira Sastre, y la poesía nos ayuda a seguir creando
marcos y contextos para cuidar el jardín que cada persona lleva dentro.
Vamos a soñar para crear una
escuela donde nos sintamos reconocidas, respetados y respetadas para ser y
estar al servicio de un mundo más justo, pacífico, libre e igualitario.
No os olvidéis que como decía
Galeano la utopía nos sirve para caminar y somos un mar de fueguitos.
Gracias por la
escucha atenta.
Abrazos infinitos
Encarna González
La belleza de las palabras en un contexto de urgencia, de rehumanización. Una voz alta y firme llena de experiencia y ejemplos para gritar desde un encierro necesario. Vivan la libertad y la educación!!!
ResponderEliminarGracias por decir desde el alma lo que todos gritan.
👏👏👏👏
ResponderEliminar👏👏👏
ResponderEliminarUna carta muy emotiva y que encierra mucha verdad. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarUna carta llena de verdad, escrita con la sensibilidad que da el alma.
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