miércoles, 4 de junio de 2025

CARTA DE LA MAESTRA DE INMERSIÓN

 

En Asturias a  3 de junio de 2025

A quien quiera escuchar  y sepa leerme...

Soy una maestra que enseña español, mi lengua materna, el español a alumnado desde tercero de Primaria a cuarto de la E.S.O.  por las Cuencas Mineras desde el 2009.  A lo largo de estos años han ido aumentando el número de alumnado pero no han dado la ayuda necesaria, ni invirtiendo el recursos humanos,  ni materiales para que estas personas extranjeras puedan ser acogidas por los centros educativos, por los entornos sociales y comunitarios en que habitan.  A pesar de la precariedad, del escaso tiempo mi labor que muchas veces es invisible, para la mayoría no cae en un agujero negro.

 Sigo levantándome cada mañana y acudiendo a mi trabajo tratando de dar lo mejor que puedo ofrecer, en unas coordenadas donde los choques culturales son abismos en los que es muy difícil construir puentes, pero no imposible. Mi vocación como maestra se basa en forjar a la ciudadanía del futuro, es más que una profesión. Hay ámbitos profesionales que cualquier persona puede desempeñar con rigor tras una formación adecuada, pero hay otros en los que la vocación es algo que se posee o de lo que se carece.

Esa vocación me lleva a ser maestra, y en estas escuelas somos figuras de autoridad porque velamos por la integridad de la infancia, no por enseñar mejor las mates, o la informática. Acompañamos a los más frágiles a abandonar la oscuridad de la ignorancia a alcanzar las luces del saber, de las artes, de las preguntas que todos y todas tratamos de responder y como dice Benedetti cuando supe las respuestas me cambiaron las preguntas. El cambio es lo único con lo que  puedes contar siempre  y ante esos cambios es necesario ayudar a los más jóvenes a manejar estrategias que les permitan crecer como personas, con unos valores que respeten la libertad, la igualdad, la justicia, la democracia. Hacerlo nos ayuda a reconstruir un presente y sembrar nuestro futuro común para todos y todas. Nuestro alumnado tiene en sus corazones nuestro futuro.

Dar voz a los que no la tienen, a los que están negados y silenciados por el sistema, a los invisibles que sustentan el estado de bienestar en el que vivimos es un acto de justicia. Enseñar a usar la lengua como una vía de comunicación para construirse como personas, en ese dialogo interno y con la persona que está al lado es esencial. Comprender sus gestos que también comunican lo que las palabras no alcanzan, tender puentes a través del conocimiento de las culturas que traen consigo es enriquecedor. Ellos y ellas me enseñan y reinvento el mundo, me reconstruyo cada día. Bajo la mirada atenta de Timoffi no hay escondite,  una mirada es suficiente a veces para acordarse de alguna norma,…  como decía Ángel Gonzáez en aquellos versos definía muy bien la forma de enfrentarse a la labor de educar en la vida o por el contrario de adoctrinar  en la tortura y la muerte.

 

Muerte en el olvido

Yo sé que existo

porque tú me imaginas.

Soy alto porque tú me crees

alto, y limpio porque tú me miras

con buenos ojos,

con mirada limpia.

Tu pensamiento me hace

inteligente, y en tu sencilla

ternura, yo soy también sencillo

y bondadoso.

          Pero si tú me olvidas

quedaré muerto sin que nadie

lo sepa. Verán viva

mi carne, pero será otro hombre

—oscuro, torpe, malo— el que la habita...

En esa batalla entre el bien y el mal,  yo los contemplo y trato de encontrar el camino hacia la luz hermosa que albergan, y muchas veces no es fácil. Mi alumnado precisa lazos, una red emocional, a alguien que los reconozca, que los escuche, que los aliente, que les de tiempo para encontrar la forma de expresión, que los ayude a enfrentarse a los múltiples duelos a los que se enfrentan como migrantes, y sin juzgar los ayude a tejer esa red que los sustente cuando yo ya me haya ido a otro lugar, con otros recién llegados que no entienden nada. Es breve el tiempo que me permiten estar,  pero  es breve la vida. Aunque por breve que sea he aprendido a dar ese instante como si fuese eterno, a despedirme, a sostener el dolor. Y hay sufrimientos terribles que traen: el olor de las guerras, de los campos de refugiados, y refugiadas, de  abusos sexuales permitidos y consentidos por progenitores, suicidios de padres, hay muchos nudos que deshacer en el alma de estos niños, niñas, jóvenes. Cada uno y cada una dejan una semilla en mis manos y viceversa. Necesitamos más tiempo, pero del poco que dispongo lo aprovecho para tratar de llegar a esa complicidad que te permite establecer vínculos, que a veces traen consigo tristezas profundas, como la muerte de mi querida Hanzada. Pero ha sido un privilegio poder estar con ella y su madre hasta el último aliento, en plena pandemia, confinadas, sin poder estar más que a través del móvil, pero sosteniendo ese hilo, acogiendo el desgarro de las pérdidas de las que una nunca se recupera porque es antinatura que las hijas se mueran antes que las madres.  Hanzada…, la flor de los montes en Turquía, Hanzada es Siria, Siria es Hanzada. Su mirada brilla en los ojos de algunos que quieren aprender y se emocionan cuando son capaces de leer solos una nueva lengua, de narrar cómo fue su viaje hasta España, o las mil preguntas que me hacen sobre lo que les rodea y no entienden. A veces no se atreven a preguntar y me esperan para poder encontrar respuestas, o se entristecen porque se acabó la clase y quieren seguir. Hanzada se enfrentaba a la crueldad de la enfermedad  y me pedía que le enseñase como en el cole,  porque era su profe y lo decía con orgullo a las enfermeras. Ese orgullo es el que no veo ni percibo en los que deberían trabajar por ese bien común, que parece que es una frase hecha, un discurso vacío de compromisos, el discurso de los políticos y políticas.

Los maestros y las maestras modelamos el tiempo, damos nuestra vida, y se aprovechan de ello. ¿Cuántas horas extra?  ¿Cuántas horas sin ser reconocidas?  Somos esculturas que vamos sacando las piezas que el mármol esconde. Cincelamos con paciencia, modelamos con amor, y como me decía mi maestro de dibujo: - Está bien pero mal, no se preocupe señorita que yo se lo arreglo, traiga el cartabón- Y con aquella mano temblorosa trazaba la línea débil para que lo corrigiera y me marcaba exactamente el punto donde debía llevar la línea.  D. Alfredo mi profesor de dibujo que me enseñó que el  error es una fuente natural de aprendizaje en la que bebemos.

Hoy, esta noche mientras escribo están encerrados y encerradas compañeros y compañeras valientes que sustentan esta huelga por una lucha en aras de una escuela pública de calidad, una escuela donde se nos trate con dignidad y no se nos siga despreciando, maltratando, invisibilizando, marginando. Hemos dicho como colectivo: Basta ya,

Y necesito escribir para dar voz a mi alma, para  retomar el contacto con mi esencia. Esta huelga mi alumnado que no saben lo qué es, ni por qué hay que explicársela, decirles que  es por ellos  y ellas, es para todos y todas, por un futuro digno. En mi cabeza se agolpan imágenes de luchas de mujeres de sus países de origen que lucharon como Aminatu Haidar en su huelga de hambre en el aeropuerto de Tenerife, Malala a la que le escribimos cartas mientras se recuperaba en Inglaterra del ataque terrorista que casi la mata, las acciones del Movimiento A  favor de las Libertades Individuales en Marruecos, la Plaza Tahir en El Cairo en la primavera árabe con las declaraciones de Nawga al Saadawi. Hay tantas luchas que les son ajenas. La memoria parece que es frágil pero está en los libros de historia, en tantas Bibliotecas. Hay que enseñar a buscar, y descubrir las luchas en las minas que vertebran estas dos cuencas. Recuerdo a los mineros encerrados en la torre de la Catedral de Oviedo, cuando era de color negro por la suciedad, y colocaban cada día los días que llevaban de encierro. Encerrarse  no es fácil,  compañeros interinos e interinas en la Universidad, en el IES Juan José Calvo Miiguel,… tantos reclamos, tantas voces que aunque intenten hacernos creer que estamos en la Torre de Babel, estamos en un mundo cada vez más complejo y hace falta ser capaz de serenarse, de escucharse a una misma y reconectar con la esencia y el sentido que la vida tiene para cada uno. Respetar y empatizar con el otro, tratar de no dañar.  El daño no puede seguir siendo costumbre, la agresión gratuita, las mentiras, los abusos, no pueden ser moneda de cambio ….  Basta ya.

Necesitamos construir desde el abrazo, desde la quietud de la alfombra que sostiene a Aminatu. Una alfombra es un hogar, es un espacio sagrado sobre el que se puede rezar sin necesidad de mediadores, solo hay que lavarse.  Hay que descalzarse como fórmula de respeto para entrar en la jaima.  Descalzos, a ras de suelo con los pies enraizados en la tierra y la mirada en el horizonte soñemos con una escuela que acoge, con una escuela que fomenta el desarrollo real de las potencialidades de todos y todas, un espacio para crecer y generar vínculos, donde las redes familiares se tejen con las educativas y formamos una urdimbre que sustentará los hilos y la alfombra en la que estará la historia de cada persona. Hace falta amor, humildad, abrazar lo que viene desde la complicidad, como lo hace Amma o Ammachi, la mujer que ha abrazado a más de 35 millones de personas. 

Negociar no es acabar con el oponente, no se trata de un trueque. No somos vendedores de humo, ni magos que nos dediquemos a engañar o a entretener. Educamos  y educar viene del latín educare, que significa guiar y educere que significa extraer, desde dentro a afuera.  Sin una educación de calidad ¿qué nos espera como sociedad? La violencia cada vez es mayor, guerras, refugiados y refugiadas, genocidios, …  No mata  solo quien asesina sino quien deja morir.

Como maestra hago mías las palabras de Mahmud Darwish cuando dice en su poema: 

NOSOTROS AMAMOS LA VIDA

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,

bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de violetas o una palmera.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Robamos un hilo al gusano de seda para construirnos el cielo y vallar este éxodo.

Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos muertos.

Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino

y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago! Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.

Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.

 

Una sociedad que fomenta la crispación, el enfrentamiento, la violencia, el maltrato, el miedo, la represión, las mentiras no permite crear, desde los valores que nos hacen humanos y  los instintos animales no nos llevan a la vida, sino a la supervivencia.  Los maestros y las maestros soñamos con vivir, seguimos soñando como Galeano, como Gioconda Belli, como Elvira Sastre, y la poesía nos ayuda a seguir creando marcos y contextos para cuidar el jardín que cada persona lleva dentro.

Vamos a soñar para crear una escuela donde nos sintamos reconocidas, respetados y respetadas para ser y estar al servicio de un mundo más justo, pacífico, libre e igualitario.

No os olvidéis que como decía Galeano la utopía nos sirve para caminar y somos un mar de fueguitos.

Gracias por la escucha atenta.

Abrazos infinitos

Encarna González

5 comentarios:

  1. La belleza de las palabras en un contexto de urgencia, de rehumanización. Una voz alta y firme llena de experiencia y ejemplos para gritar desde un encierro necesario. Vivan la libertad y la educación!!!
    Gracias por decir desde el alma lo que todos gritan.

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  2. Beatriz Iglesias Diaz6 de junio de 2025, 14:44

    Una carta muy emotiva y que encierra mucha verdad. Un fuerte abrazo

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  3. Una carta llena de verdad, escrita con la sensibilidad que da el alma.

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